
La soledad del silencio ha abordado mi rutinaria vida, como siempre, cargada de surealistas sorpresas.
Hoy, donde habitaba el espantoso ruido de la discordia, solo ha quedado el eco de una tormenta atroz... Insultos y actos impuros que han desangrado nuestra vida.
Y es que hoy estoy más cerca de la verdad que de la farsa que vivo día a día... Por eso es que mi alma rompe a llorar en cada esquina, persiguiendo olores y recuerdos que, en un día como hoy, se irán para no volver.
Es difícil sobrevivir a la imagen de unos zapatos de la talla 21, abandonados sobre la mesa, la frialdad de una televisión apagada, las arrugas de un pijama mal doblado, los restos de la cena de ayer, el doloroso pitido del silencio...
Me perturban las horas de un noctámbulo reloj avisando que nadie te espera en la planta de arriba...
Hoy vuelvo a estar solo. Se fueron al amanecer. Proponiéndome una vida que a sabiendas rechazaría. Engañándose con su particular cuento de hadas, una vez más.
Llevándose con ella la parte más pura de mi ser, como estaba escrito.
Ojala no vuelvan... Pero... como deseo que lo hagan.
Pienso que deberíamos aprovechar esta difícil situación que el destino nos brinda para abrirnos el paso hacia la vida que busco, y la vida que ella se merece, lejos de mí. Donde mi sucia y podrida maldición no le alcance...
Bien sabe dios, o lo que haya ahí arriba, que yo solo quiero que sea feliz, sin mí.
Porque esto con lo que yo nací no es otra cosa que una maldición... Arrastra, contamina y daña a las personas que más quiero...
¿Y como explico yo que no quiero hacer sufrir a nadie?
¿Acaso alguien me creería después de la farsa que inventé?
No puedo perdonarme ni yo... ¿quién iba a hacerlo?
Debería de estar contento... es lo que quiero ¿no?... Entonces... ¿por qué no lo estoy?
¿Por qué me ahogo con el eco del sonido que mis dedos hacen al escribir cada letra?
Y esta maldita música... ¿quién mandó ponerla en mi diario?
Me rindo ahogado bajo los pies del lugar que mis palabras han creado...
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