
La historia siempre continúa...
La historia se repite cada final de fin de semana.
Siguen estando apagadas las luces que tanto me cuesta encender al entrar a mi casa, sin que haya nadie esperando mi llegada. Sin escuchar la voz de mi hija gritando papá. Sin sentir las pequeñas patitas de mi Yago rascando mis piernas dándome la bienvenida.
La historia continúa sin importarle como me sienta... Yo sigo pagando por mis errores.
Mañana vuelvo a la rutina del trabajo, después de un fin de semana ajetreado y confidente.
Ahora las huellas que mis palabras marcan llegan a escocer un poco. Pues a veces me arrepiento de vomitar frases que nunca quisiese decir, pero que al mismo tiempo, se que tengo que decirlas.
No se como amanecerá el día mañana, quizá no escueza tanto despertar como creo que lo hará. Quizá mis errores se vayan amortiguando con el paso de los días, meses o años...
La verdad esta llegando a pasos agigantados. Como una bomba de relojería que tiene las horas contadas. Y tengo miedo a verme solo... Tengo miedo al rechazo... Tengo miedo a llorar solo, una vez más.
Y es que cuando tengo la oportunidad de desahogarme, no consigo hacerlo. Porque las voces que se interesan por mí, no lo hacen en el momento justo y apropiado. Pero cuando llegan el momento de poder hacerlo, tampoco lo hago, huyendo del estruendoso miedo que mi orgullosa vanidad me contagia.
Tengo un nudo en el estómago que no me deja respirar... Y recuerdo esta sensación como la vez que perdí a mi madre.
No se si necesito hablar, pero no creo que hablar más para contar lo mismo pueda solucionar mi problema. Quizá necesite ver a un medico, pero contar mi historia me da miedo, pues la receta puede llegar a ser numerosos insultos.
Dormiré esta noche, si los sueños me dejan hacerlo. Arropado con la luz de una bombilla a punto de fundirse...
La historia se repite cada final de fin de semana.
Siguen estando apagadas las luces que tanto me cuesta encender al entrar a mi casa, sin que haya nadie esperando mi llegada. Sin escuchar la voz de mi hija gritando papá. Sin sentir las pequeñas patitas de mi Yago rascando mis piernas dándome la bienvenida.
La historia continúa sin importarle como me sienta... Yo sigo pagando por mis errores.
Mañana vuelvo a la rutina del trabajo, después de un fin de semana ajetreado y confidente.
Ahora las huellas que mis palabras marcan llegan a escocer un poco. Pues a veces me arrepiento de vomitar frases que nunca quisiese decir, pero que al mismo tiempo, se que tengo que decirlas.
No se como amanecerá el día mañana, quizá no escueza tanto despertar como creo que lo hará. Quizá mis errores se vayan amortiguando con el paso de los días, meses o años...
La verdad esta llegando a pasos agigantados. Como una bomba de relojería que tiene las horas contadas. Y tengo miedo a verme solo... Tengo miedo al rechazo... Tengo miedo a llorar solo, una vez más.
Y es que cuando tengo la oportunidad de desahogarme, no consigo hacerlo. Porque las voces que se interesan por mí, no lo hacen en el momento justo y apropiado. Pero cuando llegan el momento de poder hacerlo, tampoco lo hago, huyendo del estruendoso miedo que mi orgullosa vanidad me contagia.
Tengo un nudo en el estómago que no me deja respirar... Y recuerdo esta sensación como la vez que perdí a mi madre.
No se si necesito hablar, pero no creo que hablar más para contar lo mismo pueda solucionar mi problema. Quizá necesite ver a un medico, pero contar mi historia me da miedo, pues la receta puede llegar a ser numerosos insultos.
Dormiré esta noche, si los sueños me dejan hacerlo. Arropado con la luz de una bombilla a punto de fundirse...
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